Artículo 2º
Seguimos hablando de evolución tecnológica e Inteligencias Artificiales. Los más puestos en la materia creemos conocer más o menos el tema en la actualidad, pero… ¿Cómo fueron desarrollándose las primeras IAs? ¿Cómo fueron sus inicios?
Tras la lectura del anterior artículo de esta web, en el que traté el tema de los grandes cambios que trae la IA en relación con el trabajo del futuro, mi amigo el escritor Joseto Romero, quién además trabaja en tecnología y tiene muy presente cómo influye en nuestras vidas, me dijo que se animaba a escribir para la serie de artículos: «El cambio que trae la IA».
A continuación, Joseto nos cuenta cómo fue su primer contacto con la IA y nos expone algunos conceptos que nos hacen acercarnos al gran cambio que ha experimentado desde los 8 bits, hasta los asistentes inteligentes que todos tenemos en nuestros teléfonos y en casa.
La Inteligencia Artificial de 8 bits
agosto 22, 2021 por Joseto Romero
Hoy en día, cuando hablamos de Inteligencia Artificial (IA), pensamos en un conjunto de aplicaciones relacionadas en gran medida con la imagen y el vídeo. Mejora de la calidad de las fotografías, identificación y reconocimiento de escenas e incluso de personas son algunas de las más habituales. Sabemos que un teléfono móvil con Inteligencia Artificial optimiza ciertos aspectos y consigue que dure más la batería o que el dispositivo trabaje más fluido. Por su parte, los asistentes virtuales, especialmente aquellos con los que se puede interactuar con la voz, son otro ejemplo cotidiano de aplicación de la Inteligencia Artificial.
Pero hubo un tiempo en el que los procesadores no tenían la potencia suficiente para realizar la magia que nos ofrecen hoy en día. Hubo un tiempo en el que la Inteligencia Artificial no podía aún manejar contenido multimedia y funcionaba con otro tipo de datos más humilde pero igualmente poderoso. El texto.
El programa informático Eliza, desarrollado en el MIT en los años sesenta, es un ejemplo paradigmático. Fue pionero en el procesado del lenguaje natural, aunque la manera en la que un usuario debía comunicarse con aquel programa era exclusivamente a través de texto. Eliza emulaba a un doctor, un psicólogo con el que poder mantener una conversación. Eliza podía llegar a generar la sensación de estar interactuando con una persona real, al menos durante los primeros compases de la conversación. Quién sabe los secretos, miedos y anhelos que habrán confesado al programa aquellos primeros usuarios.
Mi primer contacto con la Inteligencia Artificial fue a través de un Amstrad CPC464, un ordenador de 8 bits de la década de los ochenta. Aprendí a programarlo con el manual de BASIC que acompañaba al aparato. Yo entonces tenía alrededor de doce años. Fue gracias a un maravilloso libro que encontré en la biblioteca pública que pude introducirme en el mundo de la IA. “Inteligencia Artificial: conceptos y programas”, de Tim Hartnell. Lo llevé a casa desde la biblioteca como quien ha encontrado un tesoro.
En aquella época, faltaba aún mucho para la generalización de Internet. La manera más fácil de conseguir software para tu ordenador era comprando las cintas de cassette que leía el Amstrad, pero la oferta de las tiendas se limitaba a los videojuegos. Para otro tipo de programas, lo habitual era encontrar libros de informática que incluían listados de los códigos en BASIC. Sí, mis primeras experiencias en programación fueron, literalmente, copiar de aquellos libros, teclear línea a línea sus instrucciones de BASIC en mi Amstrad de 8 bits. De esta manera introduje los programas que había creado Tim Hartnell. Algunos emulaban juegos de tablero, otros eran capaces de aprender a partir de algunos datos que introducía el usuario. Por supuesto, el libro de Hartnell incluía una versión de Eliza, llamada Doctor, con quien intenté mantener alguna conversación. Pero el programa que más me llamó la atención fue un escritor automático.
Por aquel entonces, yo ya escribía cuentos. De hecho, creé algunas aventuras conversacionales en modo texto que conjugaban programación y ficción. Cuando descubrí que Tim Hartnell proponía un programa capaz de componer poesía de manera automática, me lancé a codificarlo. Se llamaba “Hansan” y utilizaba un estilo de poesía japonesa que se adecuaba muy bien a las capacidades de un ordenador de la época. Uno podía leer los poemas que generaba aquel software y creer que habían sido escritos por un poeta japonés real… hasta que, tras pedirle varias veces un nuevo poema, era evidente el uso de los mismos patrones y repeticiones mezclados con cierta aleatoriedad. Ninguna sorpresa, por otra parte, dado que yo mismo había codificado línea a línea el listado del programa que incluía el libro de Hartnell y me imaginaba bastante bien cómo funcionaría. Pero, incluso así, uno siempre esperaba que surgiera la magia en el monitor. Echando la mirada atrás y haciendo balance, veo que no he cambiado tanto con respecto a aquel niño que fui.
Trabajo en tecnología, tengo muy presente la Inteligencia Artificial y, también, sigo escribiendo. No es casualidad que disfrute de una manera especial con la ciencia ficción. Uno puede programar código en BASIC para ordenadores arcaicos de 8 bits o conocer la última tecnología de IA, pero la realidad siempre va a encontrarse con ciertas barreras. Gracias a la ficción, podemos traspasarlas.
Cuando era niño, un coche autónomo era ciencia ficción. Hoy es realidad.
La realidad de mañana está en los libros de hoy y, si no está, podemos escribirla. Porque, aunque la Inteligencia Artificial lleva trabajando el lenguaje en forma de texto desde la época de los 8 bits, las personas todavía somos mucho más hábiles a la hora de componer relatos de ficción.
Vías de contacto del autor:
-Web: www.josetorromero.com
-Facebook: Joseto Romero
-Conoce a Joseto Romero en: www.josetorromero.com/sobre-mi/
Gracias por leer y hasta la próxima.
Lee el anterior artículo de esta serie:
Suscríbete para leer el próximo artículo que escriba
Más temas
Amazon KDP Autoedición Ciencia Cyberpunk El cambio que trae la Inteligencia Artificial El Cosmonauta Escritura Exploración espacial Ficción IA Misterio Reflexión